MEMORABILIA I:
GENIALIDAD
REPLICADA EN FREDDY RINCÓN Y EN YAYA TOURÉ
Rara vez hay dos jugadores tan parecidos en su juego y talento dentro
del campo y tan alejados en su
valoración por parte de los aficionados y la prensa. Esta es una comparación de
dos genios, dos futbolistas innovadores en su rol pero con suertes relativamente
distintas, el primero en su legado y el segundo en su presente.
Hasta el pasado mundial de
Brasil 2014, el más alto logro en la historia balompédica de Colombia estaba
dominado por aquel recuerdo glorioso de la generación que integró la selección
nacional durante la década de los noventa,
que además, clasificó a tres mundiales y que obnubiló con su magia de conjunto
e individual las pantallas y las tribunas. A esa generación le faltó aquel
título que hiciera justicia a su juego y calidad pero como sabemos, este les
fue esquivo. No obstante, este grupo fue el que abrió la ruta hacia la exportación
y exposición de nuestros jugadores en Europa, aunque con variados resultados,
este hecho no es menor si se tiene en cuenta el contexto socio-político del
país y el fenómeno de mediana duración
que representó el “localismo” del futbol
colombiano hasta entonces.
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Freddy Rincón en Italia 1990 |
Si bien las generaciones
en el futbol casi siempre son cíclicas, en el caso de nuestro país el talento
con la pelota de futbol ha sido una constante desde la profesionalización de
nuestro campeonato. La lista de genios criollos de la pelota es amplia y
generosa en variadas posiciones dentro del campo. No es raro escuchar
verbigracia lo que hubiera sido de Willington Ortiz si hubiera logrado mostrar
su talento en un club extranjero.
A manera de remembranza, Nuestro futbol tuvo un breve instante de grandeza y
exposición mundial gracias a la traída de jugadores extranjeros
desde el sur del continente. Luego de esto el campeonato continuó
como en su fundación; es decir, con un gran número de talentos inmersos en un futbol aislado del
contexto internacional que tardaría mucho en convertirse en competitivo y
ganador.
La generación de la Selección
Colombia de los noventa (1987-1998), contaba con un gran potencial de talentos
en cada una de sus líneas pero había uno que marcaba su estilo, ese era Carlos
Valderrama, su capitán. Valderrama fue
en su momento uno de los más grandes volantes de creación del planeta, en la
época en que los módulos tácticos privilegiaban al volante que tenía la función
de pisar el área contraria y crear la oportunidad de gol para el delantero, en
su característica este jugador era lento casi por definición.
Como sabemos, los módulos tácticos y las “filosofías” de los técnicos de futbol
marcan las continuidades y las rupturas del mismo juego. Tal era el caso del “Futbol Total” de Johan Cruyff,
que estaba poniendo en práctica como técnico del FC Barcelona.
Dicha ruptura consistía en potenciar el
ataque en cada una de las líneas de un equipo, cada jugador debía pisar ambas
áreas y convertirse en un atacante, “la aduana” del balón por parte del volante
10 iniciaría su decadencia y posterior extinción. En el caso del Barca el
volante que tenía que recuperar y “sacar” el equipo, dar el primer pase en
función de ataque, el primer atacante, el conocido volante mixto, era Josep
Guardiola. Este equipo en la década del noventa marcaría la visión del nuevo
futbol, del futbol que hoy se juega en gran parte del mundo. Una de los más
grandes aportes de este equipo y de Cruyff fue la funcionalidad del volante
mixto. Curiosamente quien con el tiempo sería el reemplazo natural de Guardiola
en el campo fue otro de los más grandes jugadores de nuestro tiempo, me refiero
a Xavi Hernández. El volante mixto teóricamente empieza una jugada desde el
medio campo e idealmente debería concluirla en el mejor de los casos. En mi
opinión, existe una jugada que materializa el concepto que rodea la función de
un volante mixto, esta jugada ocurrió justamente con la Selección Colombia en
el mundial de Italia 1990, en el gol del empate con Alemania, quien se
involucró y terminó la jugada pasando de la defensa al ataque sin detenerse ni
renunciar al circuito futbolístico que Valderrama estilizaba a su gusto, ese fue,
Freddy Rincón.
Allí, en ese instante, con ese jugador, se encuentra la función de un volante
mixto. Ese gol, no solo fue la firma rubricada de nuestro futbol en el
escenario mundial, fue la confirmación de una ruptura en la visión y practica
del futbol de elite.
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Rincón en las eliminatorias Korea Japón 2002 |
Visto en perspectiva,
Freddy Rincón fue uno de los primeros frutos del nuevo futbol donde la
velocidad mental y física eran imperativos. Freddy fue un pionero espontaneo en
la evolución de los volantes netos de marca y los volantes de creación. Rincón
fue uno de los primeros volantes mixtos con un carácter netamente ofensivo. Esta
sin duda fue una época de transición y como toda transición la aceptación de
estos nuevos talentos trae consigo el aval o la incomprensión. Es claro que
para esta nueva concepción del juego Rincón era una ficha digna de mostrar, así
lo vio Jorge Valdano al llevárselo del Napoli
a Madrid. Desafortunadamente, su
paso por el Real Madrid fue
desafortunado. Para los Ultras, la
barra brava del conjunto blanco, ver a un negro
con la diez de su club que a su vez era sudaca
se tornó en inadmisible, más allá del deseo de Valdano, el talento de Freddy fue
despreciado.
Pero justicieramente la
vida le dio a Freddy la oportunidad en un país leal a su juego y a su piel,
Brasil. Allí él había integrado Palmeiras
con gran éxito en 1994 antes de zarpar a Europa. Y volvió a este mismo
equipo para 1996, para luego pasar al club de mayor hinchada del país, Corinthians. En el “timao”
Rincón se sintió como en su hogar, su liderazgo y su mejor forma futbolística
se mostraron como nunca, esta vez, todo estuvo a favor del coloso de Buenaventura. En Corinthians
lo ganó todo. Además de obtener todos los títulos en un club que estaba ávido
de triunfos, su juego como volante mixto le hizo ganar el respeto y la
capitanía del equipo paulista, y su punto más alto de gloria fue en el podio
del mundial de clubes de 2000 recibiendo
el trofeo. El seleccionador brasileño de entonces, Wanderley Luxemburgo
lamentaría el no haberlo conocido antes para nacionalizarlo y ubicarlo dentro
de las luminarias de la canarinha. Freddy
se convirtió en el mejor jugador y el mejor pago de Brasil, merecidamente.
Para las eliminatorias del
mundial 2002 Corea y Japón la vuelta de Freddy a la Selección Colombia ocurrió tras
el convencimiento del por aquel entonces técnico de la selección Luis Augusto “Chiqui” García. No obstante, su vuelta
no fue tan grande como en los noventa, en la cancha del Campin vimos la
presentación de un jugador rezagado y atado a una posición de destrucción y de
no creación, en un equipo netamente defensivo y egoísta en ataque. Él estaba más preocupado por su papel de estrella
y líder del equipo que por rendir física y futbolísticamente en la cancha, tal
vez porque jugaba de local en Bogotá, en un ambiente muy diferente a jugar a
nivel del mar donde actuaba cada ocho días, al ataque.
Antes y después del
fracaso de esta eliminatoria, se acrecentó la idea que además, venía tomando fuerza
desde el 98, respecto de una necesaria renovación, en especial se creía que con
el retiro de Valderrama (1998), y su posterior reemplazo “hecho sobre medida”,
Giovanni Hernández, volveríamos por antonomasia a los años dorados de aquella
generación. Ahora que lo recuerdo, fueron varios años e incontables horas de
radio las que se emplearon en esta causa
perdida. El fútbol en el mundo era otro. El fútbol lírico había vivido sus últimos momentos en los noventa. Entonces, como es
lógico, pasaría a mejor vida para el nuevo siglo.
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Yaya Toure en el Manchester City |
Han pasado más de quince
años desde el retiro de Rincón y como suele pasar en cualquier práctica
deportiva las comparaciones especialmente de los más eximios talentos se hace
inherente al juego mismo. Freddy pertenece a este selecto grupo de jugadores
sin par, a esos que muestran como el talento vuelve lo complejo fácil, a esos,
que convierten los planteamientos tácticos contrarios al ataque en elucubraciones
inútiles a la hora de jugar con la pelota. Hasta hoy, solo hay un jugador, a mi
juicio, que cuando está en el terreno de juego hace traer a la memoria la
grandeza futbolística de Freddy Rincón. Ese jugador es el marfileño, Yaya
Toure.
Entre Toure y Rincón, hay
claras diferencias: Freddy nació en Buenaventura en 1966 y entre el final de la
carrera del colombiano y el comienzo dela carrera profesional del marfileño hay
más de 12 años. Sin embargo, la razón que los une es una que va más allá del tiempo, es la que
se observa dentro de una cancha de futbol. Entre Toure y Rincón solo hay una
sola razón para compararles, esta es la magia futbolística que han desarrollado con con la pelota en sus pies.
Yaya Toure tuvo una serie
de factores en su carrera similares a los del coloso de Buenaventura,
su paso por el FC Barcelona fue
agridulce viéndose desplazado en la titular por un joven de las divisiones
inferiores del club por ser esa la política de los azulgranas. Toure debió irse
para Inglaterra hacia el Manchester City, el “nuevo gigante hecho
con las libras de los Emiratos”. Allí hemos visto desde su llegada (hace seis
años), el crecimiento de un futbolista que en su máximo esplendor imprime a sus
equipos fortaleza, liderazgo y gran despliegue a la hora de recuperar el balón
y organizar el ataque. Él es quien saca y organiza el equipo en función
ofensiva. Desde hace un tiempo Toure se ha convertido en el mejor volante mixto
del mundo. En la función de ataque es él quien le da claridad a su equipo. Es
un jugador imprescindible en los clubes de elite. No obstante, antes que él
hubo un tipo, un individuo, un jugador que adelantado a su tiempo mostró el
futuro de los volantes mixtos, para el fútbol contemporáneo.
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Feddy en lo mas alto de su carrera, campeón con Corinthians del mundial de clubes del 2.000 |
Ambos (Rincón y Toure) son
diestros, dueños de una pegada certera y potente, su fortaleza física bastante
similar les permite ejercer presión y fortaleza en su posición dentro del campo
de juego. En esta comparación hay un factor que tuvo Rincón y que Toure no
tiene en igual medida y es la velocidad, Freddy fue uno de los jugadores más rápidos
de su generación. Recuerdo hablar al respecto con Diego Barragán, (el preparador
físico de la selección Colombia de los noventa), quien me comentó que en los
métodos aplicados con la Selección Colombia de entonces eran de carácter
meramente físico, no había trabajos con balón y en estos exigentes ejercicios
el único jugador que no tuvo mayor problema en destacarse en ellos era Rincón,
es más, antes del inicio de los partidos de eliminatoria para USA 94 él
le pedía a Barragán cronometrar su tiempo en 100 metros, lo cual era un riesgo
de lesión, pero para Rincón era la posibilidad de mejorar su marca del partido
anterior. En este aspecto Rincón
aventaja a Toure.
En el fútbol existe una
diferencia entre ser el más importante jugador y ser el mejor jugador. En mi
opinión Freddy fue el más destacado, el más completo, el mejor dentro de un
grupo de extraordinarios talentos que marcaron historia. Pero, Rincón no fue el
más importante, ese fue Carlos Valderrama. Rincón no corrió con una suerte que
igualara su talento. Rincón fue un genio, una estrella en su tiempo opacada por
la amplia difusión de la imagen, del estilo, de la identidad de la Selección
Colombia, Carlos Valderrama. A pesar de este hecho, no temo decir que nació en
el tiempo equivocado o lo que es mejor, él vivió poco para el fútbol. Seguramente
si lo hubiera hecho en esta época en la que el fútbol es tremendamente
mediático, y los prejuicios sobre los jugadores del tercer mundo están ya superados, él sería un diamante visto y apreciado en su real valor. Sin duda, gozaría de un reconocimiento un poco más reflexivo y consistente a nivel nacional y su lugar como uno de los grandes talentos extranjeros en el balonpie Europeo estaría asegurado, como le ha ocurrido merecidamente a Yaya Toure.