Un incendiario pero no menos honesto e inteligente artículo titulado “La farsa de las publicaciones universitarias” puso sobre la pequeña palestra de las revistas culturales al profesor de filosofía de la Universidad de Caldas, Pablo Rolando Arango. Para 2016 apareció a través del sello Libros Malpensante, un libro suyo, el primer volumen de una curiosa y ambiciosa colección de ensayos, anécdotas y visiones titulada: “Grandes Borrachos Colombianos”. Dicho primer volumen (y a la fecha el único que se ha publicado), se llamó “Borrachos Grecocaldenses”, una compilación de cuatro artículos: “Ahogarse en una Copa”, “El próximo Presocrático”, “El ultimo Samurai” y “No bebas Amigo”, que tienen como contexto las anécdotas de los bajos fondos de las cantinas del eje cafetero y la reflexión filosófica en términos de paralelismo post- intoxicación etílica. Todo esto, envuelto en una dinámica donde los moralismos o maniqueísmos no hacen aparición.
En Ahogarse en una copa la relación del autor con la bebida y con Casa Roña, un prostíbulo de gran
importancia del municipio de Manzanares, es el inicio de una entretenida fabula
que nos cuenta la historia de un ignaro prepubescente y sus dos primeros y
fuertes amores: el aguardiente y una trabajadora del lugar. A partir de allí
las historias contadas se decantan en incesantes y variadas comparaciones y
paralelismos de carácter filosófico para tratar de desenmarañar la praxis de una región marcada por su
necesidad de usar la botella como deshibinidor de pasiones y sentimientos que
un marcado machismo no permite interpretar en estado de sobriedad. Me refiero especialmente a No bebas amigo, un sobrio perfil del
Caballero Gaucho, una interesante reflexión sobre la paradoja que
representa la ejemplar, ascética, hermética y abstemia vida de un ebanista,
Luis Ángel Ramírez convertido en
cantante de música popular, tal vez el más famoso del eje cafetero, que
inspira el despecho y el anhelado néctar de los borrachos, esto es, el dolor de
un amor traicionero (es decir, el dolor por una mujer traicionera), con la
forma de una botella de aguardiente.
El libro está articulado con variados, asertivos y muy
cómicos comentarios en clave de comedia,
que hacen de su lectura un ejercicio liberador y entretenido. Respecto a esto,
hay que hacer especial mención de El próximo presocrático, un docto memorial que hace de la divergencia entre el deber ser, con el ser, un asunto subsanado desde el pragmatismo del profesor Jorge
Iván Cruz (q.e.p.d). Allí los
devenires de un hombre que vive la paradoja en sus diferentes versiones hacen
de sí una suerte de Alonso Quijano[1]
envuelto en un constante retorno donde el alcohol es aquel dulce bálsamo
para soportar tranquila y quietamente la conclusión de ese círculo vicioso, es
decir, la vida.
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Pablo R. Arango |
Leer El último Samurai trae a cuestión un
fenómeno con el que casi todos nos hemos encontrado en algún momento de
nuestras vidas, es el que se refiere a ese
tipo de personajes que son genios en bruto
y que a pesar de su genialidad no figura entre sus objetivos serlo, ese es
el caso de Oscar Castro, un ajedrecista sui
géneris, a quien no le interesaba
la victoria a menos que esta le sirviera ocasionalmente para cubrir deudas y para
demostrar por capricho su maestría. Castro, un “sabio extraño” en el sentido más literal del término supo conseguir
sus objetivos evitando que los demás supieran o sospecharán al respecto. No
sobra consignar el interesante dato biográfico y al mismo tiempo la insólita
respuesta de un funcionario de la Federación
Colombiana de Ajedrez ante la queja de Castro por no ser invitado a uno de
sus torneos:
Maestro,
yo nunca he sido acusado ni estado preso en Rusia por prostitución. Nunca le he
echado borracho la madre al presidente de la FIDE[2]
en alguna olimpiada y ni he sido sancionado por eso. Nunca me ha guardado la
policía por empelotarme en lugares públicos…Nunca en el Continental de
Argentina llegué borracho a la sede a las cuatro de la mañana con mariachis
despertando a todos lo demás jugadores haciendo quedar mal el nombre de Colombia….Nunca
después de un torneo en Duitama me he gastado en una noche cuatro millones de
pesos de la premiación en un lupanar, llevándome a jugadores jóvenes y
produciendo tal escándalo que el alcalde no volvió a patrocinar torneos de ajedrez.
Considero poco preciso limitar los alcances de este libro
únicamente a lo bizarro o a lo mundano o decir simplemente que es una oda al
bello o insufrible arte de beber, Más allá de esto, este libro ofrece una
amplia visión (a pesar de su extensión) sobre entre otras cosas, la filosofía como
herramienta en términos un tanto más prácticos e inesperados, es decir, más
allá del pizarrón y la institución. Desde la subjetividad de quienes viven roles
diametralmente distintos y que buscan incesantemente algún tipo de armonía encontrándola
o no.
Hace mucho, se decía que para Felipe III Don
Quijote de la Mancha representaba la vida de un ser que sufría sin
límite por los intersticios de la vida buscando sin consuelo su salvación.
Mientras que para gran parte de los lectores del mismo libro, este era una de
las obras donde la sátira y el humor se aliaban felizmente .Curiosamente, con
este libro (guardando las proporciones) me pasa lo mismo, cualquiera de las
formas que se le mire y analice resulta valida y útil, pues a pesar del destino
manifiesto implícito en su relación con la bebida, lo que les sucede a estos estoicos
personajes, que distinguen lo verdadero de la verdad, hace su tránsito del lamento a
la risa para alegría de los lectores.
[1]
Nombre real del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha.
[2]
Federación Internacional de Ajedrez