LAS
EPIDEMIAS DEL 2020 IMAGINADAS POR UNA FAMILIA TELEVISIVA EN 1989
¿Cómo una familia de la televisión
de la década del 80 imaginaba el año 2020?. Esta es una breve reflexión sobre
las epidemias imaginadas desde una comedia ochentera acerca de los tiempos del coronavirus.
La comedia televisiva “Dejémonos de Vainas” hizo parte activa de la televisión colombiana
entre 1984 y 1998; fueron 14 años en los que las peripecias de una familia
“cachaca” de clase media inspirada en “postre de notas”, las columnas de Daniel Samper Pizano (publicadas en la famosa
y extinta revista de entretenimiento Elenco
y luego compiladas en un libro) marcó altos niveles de rating, popularidad,
simpatía e influencia en el variado público urbano nacional. Esta familia
estaba conformada por un padre periodista bogotano, una madre ama de casa
antioqueña y tres hijos adolescentes (en la primera etapa del programa).
Además, de ellos, estaban como personajes secundarios recurrentes, el mejor
amigo del padre, un costeño, una tía solterona, clasista y acomodada y por
supuesto, la simpática empleada del servicio oriunda de Boyacá.
“Dejémonos de Vainas”
hizo parte de ese brillante conjunto de novelas y comedias que giraban en torno
a las costumbres de la población rural y urbana; su interacción, convivencia y
adaptación a un medio que de manera lenta se iba integrando a las dinámicas
capitalistas del mundo de entonces; ejemplo de ello, el capítulo de 1985
titulado “problemas con la tecnología”. Donde se muestra la llegada del primer
computador de mesa a la familia a partir de la lectura que hizo el padre
acostado en una hamaca de “El amor en los
tiempos del cólera” de Gabriel García Márquez, la primera novela del autor
escrita en computador y la necesidad del padre de igualarle al momento escribir
sus columnas de opinión para el periódico donde trabaja. El traumático pasó de
la máquina de escribir al computador que tardaría en los demás estratos
sociales más de una década está muy bien descrito con todas las peripecias de
entonces. Al final, el computador fue devuelto. Todo un clásico.
Antes de la llegada o más bien la ruptura paulatina en
términos de valores y concepciones tradicionales que significó Los Simpson en la televisión colombiana desde
1992 o de la inmarcesible, melodramática y conservadora familia Franco de la
serie Padres e Hijos (1993-2009); la
familia Vargas fue el ejemplo predilecto en la pantalla criolla respecto de lo
que se podría definir como la familia colombiana tradicional; sus situaciones,
estereotipos, sus dichos, sus concepciones sobre el mundo, sus prejuicios
centralistas y regionales y su humor inteligente fueron los ingredientes de su
éxito. No obstante, es de destacar que en esta serie hubo una intención decidida
por parte de sus creadores por
involucrar atraves de sus situaciones y personajes los cambios
generacionales, sociales, además de las transiciones culturales y políticas que
vivía la sociedad colombiana de entonces. En este aspecto “Dejémonos de Vainas” no fue una serie tradicionalista ni estática
en sus temáticas, todo lo contrario, mezcló y escenificó magistralmente las
contradicciones y la transición familiar y social de la sociedad urbana. Sin
duda, esta serie de televisión es un referente útil e interesante también sobre
los imaginarios de nacionalidad y de familia que se construyeron a través de la
televisión en las dos últimas décadas del siglo XX.
LOS VARGAS Y El SÍNDROME DEL
AÑO 2020
En el capítulo titulado “El año 2020” emitido a mediados
de 1989, la familia Vargas enfrentó un dilema sobre la salud de sus integrantes
en el futuro. Todos los personajes viven una especie de visión apocalíptica de
lo que les ocurrirá 31 años después. El origen de esta visión aparece luego de
que la hija mayor de la familia, una estudiante de medicina les advierte de los
peligros del colesterol en sus cuerpos frente a la ingesta de un suculento
plato de fritanga por parte de su
padre y su mejor amigo (el costeño).
La escalada de presagios no se detuvo allí. La hija, la
estudiante de medicina, aborda a cada uno de sus familiares para enrostrarles
sus malos hábitos y la ausencia de asepsia en sus prácticas diarias, como comer
en la cama viendo televisión ó no estudiar y preferir jugar fútbol en el caso de
su hermano menor. Su conclusión es obvia: “quien
no es pasto del colesterol es pasto de la pereza y el que no es pasto de la
pereza, es pasto de la ignorancia”, claramente para ella sus familiares no
llegarán al año 2020, mientras ella se visualiza en dicho futuro como “una mujer madura pero interesante, que
provoque admiración, que atraiga a los hombres, no como el resto de ustedes
(refiriéndose a sus familiares)”.
La epidemia de visiones sobre el futuro 2020 se inician
con el padre, quien se ve en una silla de ruedas avejentado e inmóvil, aislado
de su familia debido a los estragos del colesterol en su cuerpo frente a él se
encuentra su mejor amigo quien en su ensoñación está disfrutando de las mieles
del amor maduro con una mujer joven debido a la obediencia que hizo 31 años
antes de las recomendaciones sobre el colesterol.
Las visiones continuaron. La madre imagina el 2020 como
la ampliación casi infinita por parte de su hijo menor de la prole familiar
ausente de paternalismo y la vida licenciosa y liberada de cualquier código
moral por parte de su hija, la estudiante de medicina.
En cuanto la visión del 2020 del costeño esta se caracteriza por la creación de un harén al servicio de sus más variados deseos, esto es, toda la gastronomía costeña en especial todos los sancochos caribes con bollo de yuca. La tía solterona después de su visión añora la llegada del 2020 pues será ese el año en que su condición de solterona será cosa del pasado y por tanto la eterna juventud invadirá su cuerpo. El hijo menor imagina su futuro (como es esperable a su edad y en ese entonces), siendo fotógrafo de modelos en bikini, no obstante, los libros son importantes para él, son parte de la escenografía. Respecto a la empleada del servicio, esta tiene una interesante y pintoresca visión, pues en ella su hija es la sastre del presidente de la república. Además, ella tiene conductor propio y como dama de alta sociedad madre de la modista más importante del país, está invitada a la inauguración del aeropuerto de “Aposentos Tuta” su pueblo en Boyacá.
En cuanto la visión del 2020 del costeño esta se caracteriza por la creación de un harén al servicio de sus más variados deseos, esto es, toda la gastronomía costeña en especial todos los sancochos caribes con bollo de yuca. La tía solterona después de su visión añora la llegada del 2020 pues será ese el año en que su condición de solterona será cosa del pasado y por tanto la eterna juventud invadirá su cuerpo. El hijo menor imagina su futuro (como es esperable a su edad y en ese entonces), siendo fotógrafo de modelos en bikini, no obstante, los libros son importantes para él, son parte de la escenografía. Respecto a la empleada del servicio, esta tiene una interesante y pintoresca visión, pues en ella su hija es la sastre del presidente de la república. Además, ella tiene conductor propio y como dama de alta sociedad madre de la modista más importante del país, está invitada a la inauguración del aeropuerto de “Aposentos Tuta” su pueblo en Boyacá.
Es interesante como en cada una de las ensoñaciones de las
generaciones más jóvenes las ideas de cambio social son explicitas y como los nuevos valores
como la liberación sexual y la superación de paradigmas como el matrimonio o el
sexo prematrimonial solo dependían del tiempo en sobreponerse a las anticuadas ideas que mostraban su decadencia simbólicamente en la vejez
de sus progenitores. Por otro lado, la “soltería
extendida” es vista bajo dos prismas; tanto los personajes del costeño como
el de la tía buscan la solución a su condición, para la tía esta solución está en
un matrimonio católico y su respectiva prole con el costeño y para el costeño
esta solución llegaría en forma de un harem de mujeres caribes en donde el
placer carnal se confunde con el placer que él se experimenta con los platos de
la cocina de la costa caribe.
El fenómeno que desató entre los Vargas la predicción y sus consabidas ensoñaciones con carácter apocalíptico fue el de un insomnio colectivo que desnudó sus principales temores sobre su futuro en función del de los demás. La familia preferida de los colombianos de 1989 fue la primera contagiada del que denominaron como “El síndrome del 2020”.
“El síndrome del 2020” se caracterizó porque en su primera etapa
despertaba en sus portadores una ensoñación/delirio sobre su futuro en 2020 para luego insertarlos en un insomnio de varios días que no respeto ni siquiera la voz sabia de su
creadora, la hija estudiante de medicina; además fue el escenario propicio para
desnudar sus delirios, sus deseos eróticos mas íntimos, sus deseos reprimidos y sus temores respecto de si
mismos y de los demás en aras de la salubridad, el ejercicio y la longevidad. El temor a la vejez y a la decadencia física que esta conlleva y la juventud exenta de limites en función de un cuerpo joven e inagotable están en un constante diálogo que va desde el conservadurismo de los valores imperantes aunque en decadencia de la epoca hasta el realismo patético y tropical de sus protagonistas que magistralmente lo exponen en escena y logran en el espectador un divertimento no exento de autoreflexión, una suerte de risa nerviosa, pero placentera. Sin temor a equivocarme, ambas con carácter de larga duración a la hora de referirnos a nuestros presentes días de cuarentena,incertidumbre y convivencia con nuestros temores, angustias, egos, ensoñaciones y delirios ademas de nuestros familiares mas inmediatos.
Al final del episodio y a la mitad de la noche, la familia decide ingerir la vacuna para este síndrome, esta prodigiosa cura fue el plato aplazado de fritanga. Que los devolvía emocional y físicamente a 1989. El colesterol del plato de fritanga terminó siendo la cura al insomnio y por ende la cura del “síndrome del 2020”.
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Como una premonición que con el tiempo se vio cumplida desde la ficción hacia la realidad, (tal vez, la más puntual) en el minuto 18 del episodio, el padre habla con la madre sobre su futuro
juntos y cuando su esposa en la ficción le pide estar con ella en el 2020, él
responde: “no está en mis manos
cumplirte esta petición… la vida es nuestra y podemos hacer con ella lo que queramos pero, no sabemos cuándo va a acabar”. El actor Carlos de la Fuente que interpretó a
Juan Ramón Vargas, el padre de la familia Vargas entre 1986 y 1998, fallecería el
16 de febrero de 2020.