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viernes, 1 de enero de 2021

 MEMORABILIA VIII:

MEMORIAS INTERESANTES: JARAMILLO URIBE Y HOBSBAWM


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En 2002 Eric Hobsbawm publicó su autobiografía “Años Interesantes, una Vida en el Siglo XX”, y esta despertó una suerte de impulso hacia otros historiadores para publicar sus memorias; lo cual fue un hecho afortunado y refrescante dentro del mundo editorial. En Colombia, la publicación de “Memorias Intelectuales” (2007) de Jaime Jaramillo Uribe hizo parte de esta pequeña ola de biografías y autobiografías de grandes historiadores del siglo XX.[1]

Tanto Hobsbawm como Jaramillo Uribe han sido figuras determinantes en sus respectivos contextos académicos. Si bien sus discursos ideológicos fueron relativamente distintos con el paso del tiempo, la comparación entre sus obras autobiográficas en especial, es indisociable de su lectura debido a algunos interesantes puntos de encuentro; además de compartir el hecho de haber nacido en 1917, sus memorias presentan desde su comienzo, un interesante panorama en el que las vivencias de dos jóvenes de clase media suburbanas (Hobsbawm en los suburbios de Viena , Berlín y Londres y Jaramillo Uribe en Pereira y Bogotá) experimentan un siglo convulsionado y caracterizado por los dogmas y los ascensos de las derechas e  izquierdas a nivel mundial; dicha narrativa abarca la etapa de postguerra y la segunda guerra mundial desde puntos geográficos diferentes pero con visiones concordantes en términos de la lectura sobre la geopolítica de entonces. Unido a lo anterior, se encuentra la militancia juvenil de ambos contra el fascismo imperante en los círculos políticos y estudiantiles de sus respectivas sociedades durante la agitada década del treinta y cuarenta del siglo XX.

“De todos los compañeros de ruta de los años cuarenta, que tantas ilusiones nos habíamos forjado sobre el socialismo en la Unión Soviética, Frank Mejía fue el primero en darse cuenta de lo que en realidad era el régimen de Stalin. Allí lo que había – decía insistentemente- era una dictadura afrentosa que había anulado las extraordinarias potencialidades creadoras que todavía tenía Rusia en los comienzos de la revolución….Stalin –solía decir Frank- era simplemente un tirano y nada más”.[2]

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Para cualquier lector ya sea neófito o experto, es válido y provocador intentar hacer comparaciones y paralelismos, por cuanto ambas obras permiten además de ampliar el análisis de sus trabajos académicos, exponer aspectos de sus personalidades a través de por ejemplo, sus intereses, ideales, sueños, aspiraciones, gustos musicales y hasta sus proyectos afectivos y de familia. Es decir, Lo que se evalúa en este tipo de trabajos desde la perspectiva del lector son los datos interesantes y poco conocidos que se aportan en aras de la configuración de una visión más amplia sobre el trabajo del autor y su contexto. En ambos libros podemos encontrar episodios que lejos del formalismo académico dan a estos relatos de vida además de vitalidad y virtuosismo, una lectura más personal de los fenómenos que hicieron parte de sus respectivos contextos generacionales.

“…En América Latina, especialmente en los medios juveniles y estudiantiles, como resultado de la revolución Cubana se expandió el culto a sus dos figuras dirigentes, Fidel Castro y el médico argentino Ernesto Guevara, más conocido por su nombre de combate, el Che Guevara. Los estudiantes de mi generación que militábamos en la izquierda teníamos en nuestros cuartos un retrato de Lenin. Los de la década del setenta tenían uno o varios de la romántica figura del Che Guevara.

Según el sociólogo francés Raymond Aron, todos estos movimientos eran inspirados por lo que él llamaba las tres emes: Marx, Mao y Marcuse. De estos, el más leído y el que llegó a tener mayor influencia, sobre todo en los medios universitarios e intelectuales de los Estados Unidos, fue Herbert Marcuse”. [3]

Los seres humanos en general y los estudiantes en particular tenemos por costumbre deshumanizar a las personalidades que solemos admirar, proveerlas de rasgos tan cercanos a la perfección que en el momento de tratar de analizarles o criticarles tanto en el plano ideológico como en el académico encontramos que inútilmente hemos construido una quimera exótica e impersonal que casi siempre impide ir más allá de la misma imagen que hemos hecho sobre alguien. Para ese defecto, siempre corregible, por supuesto, es útil y necesario leer, analizar, criticar y comparar este par de memorias. Además de lo anterior, soy un convencido que las biografías y las autobiografías profusamente descriptivas y bellamente escritas (como las citadas), pueden lograr sin proponérselo motivar al lector (común o experto) a través de un relato de vida a confiar en sus capacidades para materializar algo no desde lo ejemplarizante del relato sino desde la experiencia autocrítica y vivencial de quienes escriben.

La valía de estas dos obras radica en el hecho de que no tienen la pretensión de fundar o refundar una obra o una vida a través de catilinarias adjetivadas sobre su trabajo y sus figuras como intelectuales, sino la de mostrar el lado más constante de sus vidas, el cual no fue otro que el de dos seres humanos con necesidad de sobrevivir (material e intelectualmente), aprender, conocer y explicar el contexto que les rodeaba. En otras palabras, la gran virtud y utilidad de estos libros es el de desnudar brillantemente a los protagonistas desde sus experiencias y subjetividades[4].

“Nada en Londres tenía la carga emotiva de esa época, excepto la música, a la que me introdujo mi primo Denis, estudiante de viola, y que solíamos escuchar en un gramófono de manivela en la buhardilla de la casa de su madre….discutíamos sobre un estilo musical con la intensidad típica del apasionamiento adolescente mientras tomábamos latas de leche condensada muy azucarada (no recomendada para bebes) y tazas de té: el hot jazz. Aún no había mucha música de ese tipo en el mercado, y desde luego, dado nuestro presupuesto económico, tanto daba si la había o no. Los adolescentes que en 1933 tenían más probabilidades de ser seducidos por el jazz, raramente tenían la posibilidad de comprarse más que unos cuantos discos, y menos aún la de coleccionarlos”[5].     

La estructura de “Memorias Intelectuales” de Jaramillo Uribe, comprende cuatro partes: “Los años de formación” (capítulos I al VI), “La experiencia europea y los años cincuenta en Colombia” (del VII al IX), “Academia y producción intelectual” (del X al XIV), y “Entre Europa, Colombia y América Latina” (del XV al XVII); un total de diecisiete capítulos. “Años interesantes” es un poco más extensa en capítulos, cuenta con 23, además de una sección de notas bibliográficas y un muy útil índice alfabético para rastrear nombres y apellidos.      


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En las páginas de la autobiografía de Hobsbawm podemos encontrar una interesante respuesta a una de las preguntas más reiterativas respecto de su militancia luego de la  caída de la Unión Soviética, esta es la que se refiere a su permanencia en el partido comunista a pesar del cierre parcial de este en 1992. Su respuesta es tan inesperada como honesta:  

“Para una persona que se integró en el movimiento desde donde yo lo hice  y cuando yo lo hice, romper con el partido (comunista) resultaba sencillamente más difícil que para los que ingresaron más tarde en él o lo hicieron desde otro lugar. En último término, sospecho que ese fue el motivo de que decidiera seguir en él. Nadie me obligó a salir y las razones para irme no eran lo bastante fuertes. Pero – y ahora hablo más como autor de mi biografía que como historiador-, no debo olvidar un sentimiento íntimo: El orgullo. Quitarme de encima el sambenito de pertenecer al partido (comunista) habría mejorado mis perspectivas de éxito profesional, especialmente en Estados Unidos. Me habría resultado fácil escabullirme  a la chita callando. Pero logre probarme a mí mismo que podía alcanzar el éxito- ,  a pesar de dicho sambenito y en plena Guerra Fría. No es que defienda esa forma de egoísmo, pero tampoco puedo negar su fuerza. Así que me quedé” [6]

Explicaciones traídas desde el interior de las emociones como la anterior no solo solucionan viejas polémicas sino además mantienen la atención del lector sobre la narrativa que presenta el libro. En el caso de Jaramillo Uribe y su visión sobre el marxismo no es menos interesante:

“A pesar de mi abrumadora carga docente y administrativa por esos años (década del 60) resolví hacer una lectura más sistemática y profunda de Marx….Mi conclusión (…), fue que en el pensamiento de Marx había tanto utopismo como en autores como Fourier, a quienes Marx había calificado y criticado como tales. No podía sacarse otra conclusión de su idea, tan fervorosamente compartida por su amigo y colaborador Federico Engels, de que con el advenimiento del socialismo desaparecerían las tres instituciones que constituían las bases de la sociedad burguesa; a saber: la familia, la propiedad privada, y el Estado. Una vez eliminado el capitalismo, y tras un corto periodo de transición, la humanidad podría dedicarse al goce de los placeres intelectuales y artísticos, y el Estado solo tendría la tarea de administrar los bienes colectivos y no la de controlar ni menos, la de reprimir a su miembros.

La misma conclusión podía sacarse de su teoría, aparentemente, más científica, de que por su propia dinámica, dada por la competencia entre los capitalistas, la tasa de ganancia iría decreciendo hasta llegar a un punto en que el sistema ya no sería viable y por lo tanto llegaría a su fin. Tampoco se cumplió su sombría predicción de que, por la esencia del sistema, los salarios delos trabajadores se mantendrían a un nivel de mera subsistencia que perpetuaría su miseria…… (Marx y sus compañeros de luchas) no sospecharon que la dinámica del sistema o llevaría a conquistar niveles de producción que desembocarían en lo que modernamente se ha llamado la sociedad de consumo”.[7]    

Como bien sabemos, la autobiografía y por consiguiente la biografía son géneros literarios que transitan entre la historia y la literatura; y dentro de este rubro este par de libros con sus méritos literarios dejan en el lector una experiencia grata, especialmente en Jaramillo Uribe y trascendental a la altura de una novela moderna en el caso de Hobsbawm. Hay dos visiones, dos estilos y dos enfoques sobre un mismo género literario. En ambos casos el lector sale ganando. 



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A la hora de hacer paralelismos, debo decir que hay uno en especial que me llamo la atención, me refiero a la estructura narrativa de los textos y preferiblemente a sus estilos. Si existiera un término  que describiera las memorias de Jaramillo Uribe este sería la de lacónico[8]. Y en ese sentido tiene marcadas diferencias con el libro de Hobsbawm, que es más extenso y descriptivo en su prosa. Es posible que el hecho de sus edades a la hora de redactar sus memorias hubiese influido en los autores, en especial es claro esto en Jaramillo Uribe respecto al momento de referirse al fallecimiento de su hijo y su esposa. Cosa diferente ocurre con Hobsbawm quien asume su feura como uno de los motivos indirectos que lo llevaron a concentrarse en su militancia, además de relatar brevemente y sin tapujos aspectos personales como su vida sexual temprana y su paternidad extramatrimonial negada por la madre del infante. No cabe duda que una de las conclusiones más obvias que se pueden sacar de estos dos trabajos es que tanto Hobsbawm cómo Jaramillo Uribe representan en sus vidas y obras el actuar y el perfil clásico (y extinto por demás) del intelectual por excelencia del siglo XX. Lo cual no es poco a la hora de evaluar la influencia y la valiosa contribución de sus trabajos a la historiografía moderna. Se podría afirmar sin temor que ambas memorias representan un digno colofón a sus obras y sus reputados apellidos. En ambos casos la lectura de estos libros depara un rumbo seguro y apasionante con marcados acentos.

El gran biógrafo Stefan Zweig solía afirmar refiriéndose al caso de  Honoré de Balzac[9] : “(que) la biografía de un hombre no puede ser ni más ni menos que el reflejo de su propia existencia”, pues bien, trabajos como estos muestran sin esfuerzo la valía de este género literario en función de analizar el contexto y legado de una obra y representan un punto de referencia sobre el cómo escribir con rigurosidad histórica desde la subjetividad, el criterio y la memoria.   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



[1] Como por ejemplo la biografía escrita por la historiadora italiana Giuliana Gemelli: “Fernand Braudel: Biografía Intelectual y Diplomacia de las Ideas”, 2005, Ed Universitat de València.

[2] Jaime Jaramillo Uribe, Memorias Intelectuales, 2007, Pág. 61

[3] Jaime Jaramillo Uribe, Memorias Intelectuales, 2007, Pág. 167.

[4] A propósito de esto, la viuda de Eric Hobsbawm, Marlene Hobsbawm publicó en 2019 “Meet me in Buenos Aires” un libro de memorias en el que expone además de su vida intelectual y política como funcionaria de la ONU, la historia de pareja y familiar junto al historiador británico. ver: https://www.theguardian.com/books/2019/nov/16/marlene-hobsbawm-memoir-meet-me-in-buenos-aires-eric-hobsbawm

[5] Eric Hobsbawm, Años interesantes, una vida en el siglo XX, 2002, Pág. 83.

[6] Hobsbawm, Años Interesantes, una vida en el siglo XX , 2002, Pág. 205

[7] Jaime Jaramillo Uribe, Memorias Intelectuales, 2007, Pág. 169.

[8] Lacónico: Que es breve o conciso.

[9] Stefan Zweig, Balzac. La novela de una vida, Paidós, 2005.